La iniciativa de la Franja y la Ruta de China no es una amenaza
¿Por qué los comentaristas occidentales ven la Iniciativa de la Franja y la Ruta con prejuicios propios de la Guerra Fía, tildándola de versión moderna del Plan Marshall de EE UU para la reconstrucción de Europa tras la II Guerra Mundial, o comparándola con El Gran Juego del siglo XIX, en el que el Reino Unido y Rusia batallaron por el control de Asia Central?
Ese tipo de aseveraciones esconden una mentalidad de suma cero.
Algunos no confían en las motivaciones estratégicas de China y alegan que la iniciativa es una herramienta geopolítica para asegurar el liderazgo regional y establecer una nueva esfera de influencia. Otros se resisten a este programa auspiciado por China por miedo a perder peso en el sistema financiero global.
Pero en lo que los escépticos occidentales no reparan es en el hecho de que los chinos no comparten esa mentalidad de suma cero, sino que promueven que se piense en el beneficio mutuo. Como decía Confucio: "Aquel que tenga éxito debe procurar que otros también lo tengan".
La iniciativa fue propuesta por China para el bien común
Partiendo del espíritu de las rutas de la Antigüedad, la Franja y la Ruta moderna es una red trasnacional que conecta Asia con Europa y África con el objetivo de promover el desarrollo común de todos los países implicados.
Al contrario que el Plan Marshall, la Franja y la Ruta no ha impuesto condiciones políticas a los participantes. China siempre ha defendido que los países deben respetar mutuamente sus derechos respectivos a elegir sus propios sistemas sociales y vías de desarrollo.
Mientras que los países de Europa Occidental tuvieron poco que decir sobra la implantación del Plan Marshall, China está aumentando las consultas políticas con sus socios. Asumiendo los principios de la igualdad y el beneficio mutuo, China y sus socios están acelerando las conexiones rodadas, las facilidades al comercio y la inversión, la circulación monetaria y el entendimiento entre pueblos.
La apertura, la inclusión y el beneficio mutuo son las señas de identidad de la Franja y la Ruta y la razón del fuerte apoyo que ha reunido.
Desde 2013, más de 100 países y organizaciones internacionales han respondido favorablemente a la iniciativa mediante la firma de casi 50 acuerdos de cooperación intergubernamental. Nueva Zelanda se convirtió en el primer país occidental desarrollado en unirse a la misma este marzo.
Los proyectos concretos y específicos iniciados bajo el marco, coherentes con las demandas locales, han sido puestos en marcha para ayudar al desarrollo.
Las empresas chinas han invertido más de 50.000 millones de dólares y establecido 56 zonas de cooperación económica y comercial en 20 países por los que discurren las rutas, generando en el proceso 180.000 empleos locales y espoleando el desarrollo económico de tales países.
¿Cómo es que este enfoque chino ha cosechado tan buenos resultados pese a la débil recuperación económica, el decaído comercio internacional y el retroceso parcial en la globalización?
La clave reside en el abandono de la ley de la selva, el pensamiento hegemónico y la política del poder como juego de suma cero, reemplazándolos por la cooperación, la asociación y el compartir.
La iniciativa de la Franja y la Ruta, que simboliza la responsabilidad, la cooperación en beneficio mutuo y la búsqueda genuina del desarrollo común, ofrece al mundo una respuesta china a los desafíos de la época, un modelo de desarrollo equilibrado, equitativo e inclusivo.
Hoy estamos más cerca que nunca. Como parte de esta comunidad de futuro compartido tan entretejida, debemos desechar los prejuicios de la Guerra Fría y la mentalidad de suma cero y redoblar los esfuerzos por desarrollar la conectividad global para permitir que todos los países alcancen un crecimiento interconectado y compartan la prosperidad.