Cincuenta años después, tres lecciones del acercamiento sino-estadounidense

2022-02-25 14:39:42 Fuente: Agencia de Noticias Xinhua

Este mes, hace medio siglo, los líderes chinos recibieron a Richard Nixon en una visita histórica que puso fin a dos décadas de distanciamiento entre China y EE.UU.. Esta visita ha sido aclamada con razón como un ejemplo de diplomacia y habilidad política en su máxima expresión.

Cincuenta años después, cuando la relación chino-estadounidense se encuentra “en un precipicio”, según Henry Kissinger, cuyo viaje secreto en 1971 sentó las bases para la visita de Nixon, se puede extraer lecciones importantes de “la semana que cambió el mundo” para ayudar a los formuladores de políticas de hoy a trazar el futuro de esta relación enormemente compleja y transcendental.

Liderazgo responsable vs “corrección política”

Durante la cumbre virtual en noviembre pasado, el presidente de China, Xi Jinping, enfatizó la importancia de “asumir responsabilidades como países grandes”, mientras que su homólogo estadounidense, Joe Biden, subrayó la necesidad de “gestionar la competencia de manera responsable”.

Pero apenas empezando su segundo año, la Administración de Biden ha sido criticada por carecer de una política coherente hacia China o por imitar el enfoque destructivo de Trump. Jeff Bader, un asesor clave del Presidente Obama sobre Asia, culpabiliza al equipo de Biden por una “pereza intelectual para justificar la política sobre la base del bipartidismo”. En China, las quejas van desde la satisfacción a la postura dura apoyada por los republicanos, la reversión de una política de décadas con respecto a Taiwan hasta un intento sin restricciones de crear un “pequeño patio con vallas altas” en el ámbito tecnológico. La brecha entre las palabras tranquilizadoras y las acciones amenazantes ha alimentado una respuesta más dura a la hostilidad estadounidense.

En ese punto, hay mucho que los tomadores de decisiones chinos y estadounidenses podrían aprender de la visita de Nixon en 1972, antes y durante la cual ambas partes tomaron decisiones audaces desafiando la “corrección política”.

Para llevar a cabo la propuesta diplomática, tanto Nixon como Mao Zedong necesitaban superar obstáculos domésticos fundamentales. Desde 1949, Estados Unidos apoyó a los nacionalistas en Taiwan y trató de estrangular al naciente gobierno comunista en la parte continental de China. Para finales de la década de 1960, los chinos habían tenido una amarga guerra con las tropas estadounidenses en la Península Coreana y habían estado ayudando a Vietnam del Norte en su guerra de guerrillas con EE.UU.. Los guardias rojos en China, gritaron “abajo los imperialistas estadounidenses”, a quienes Mao también denunció como “tigres de papel”. Nixon había sido un ferviente anticomunista y defensor de Taiwan, afirmando en 1964 que reconocer a la China Roja sería “desastroso para la causa de la libertad”.

Sin embargo, frente a la amenaza común que representaba la Unión Soviética, los líderes chinos y estadounidenses decidieron cerrar el abismo ideológico y hacer lo correcto en función de los intereses nacionales.

Para señalar un cambio de política, Mao invitó al veterano periodista estadounidense Edgar Snow a pararse junto a él en la tribuna de Tiananmen durante el desfile del Día Nacional en 1970. La primavera siguiente, al enterarse de que los jugadores de tenis de mesa chinos y estadounidenses habían intercambiado regalos durante el Campeonato Mundial en Japón, Mao tomó la audaz decisión de invitar al equipo estadounidense a China.

Nixon recogió el mensaje. Puso fin al embargo comercial de 21 años sobre China solo dos meses después de la diplomacia del ping pong y envió a su Asesor de Seguridad Nacional en una misión secreta al país comunista en julio.

Cincuenta años después, como entonces, la rivalidad con China no corresponde con los intereses de Estados Unidos. Estados Unidos tendría que prepararse bien si convirtiera a China en un enemigo. El impacto económico sería suicida. La guerra comercial ya ha destruido cientos de miles de empleos estadounidenses. La Secretaria del Tesoro, Yellen, admitió el año pasado que el disparo de tarifas “perjudicó a los consumidores estadounidenses” y no logró abordar problemas fundamentales.

Cualquiera que tome a China a la ligera estaría cometiendo un grave error. La segunda economía más grande del mundo incrementó en 3 billones de dólares en el año pasado, mayor que toda la economía británica. No solo es un gigante económico, el país está dirigido por un hábil partido político que acaba de celebrar su centenario y se compromete a repetir el éxito de las últimas cuatro décadas. La inauguración exquisita pero simplificada de los Juegos Olímpicos de Invierno tiene como objetivo decirle al mundo que China ha superado la etapa anhelante por el reconocimiento. Xi y su gente tienen bien claro dónde debería estar China y confían en que la nación tiene lo que se necesita para llegar allí. Si Estados Unidos no apostó contra la pobre y débil China de 1972, no sería prudente apostar contra la China de hoy o esperar que vaya a ceder ante la presión exterior.

Respetar las sensibilidades no es señal de debilidad

La visita de Nixon culminó con lo que se conoció como el “Comunicado de Shanghai”, que se convirtió en un documento fundamental para la estabilidad de las relaciones entre China y Estados Unidos y la paz en el Estrecho de Taiwan. Con una visión a largo plazo, EE. UU. estaba listo a encontrarse con China a mitad de camino a través de diálogo directo y sincero.

Para tal efecto, en su primera reunión privada con el Primer Ministro chino Zhou Enlai, Nixon afirmó que “solo hay una China y Taiwan es parte de China”. Según una anécdota, los chinos agregaron una parada para la delegación estadounidense en Hangzhou, una ciudad sureña famosa por su pintoresco Lago del Oeste. Años más tarde se informó que Kissinger estaba fascinado por una calzada que atravesaba el agua y le dijeron que ambos lados pertenecían al mismo lago. Esto presumiblemente inspiró a Kissinger a sugerir la frase “todos los chinos de ambos lados del Estrecho de Taiwan sostienen que solo hay una China”. Esta formulación mutuamente aceptable, producto de la suprema sabiduría diplomática, selló el comunicado y el éxito de la visita de Nixon.

Pero este tipo de respeto mutuo y voluntad de resolver las diferencias se ha erosionado en los últimos años, particularmente en el caso de Taiwan, con tensiones que se aumentan hasta un nivel debilitante a medida que cada lado acusa al otro de mala fe.

El gobierno de EE. UU. ha criticado la postura endurecida de China sobre Taiwan, al tiempo que va más allá de la línea roja de Beijing. Altos funcionarios estadounidenses declararon que su política de Una Sola China está “guiada por la Ley de Relaciones con Taiwan, los tres Comunicados Conjuntos y las Seis Garantías”. Esto ha enojado a China. Para empezar, la legislación interna y las garantías privadas a Taiwan son pronunciamientos unilaterales de Washington que contradicen los tres Comunicados Conjuntos y no tienen fuerza vinculante para China. Además, este año marca el 40° aniversario de uno de los tres comunicados que abordó específicamente el tema de la venta de armas a Taiwan. Poco se puede decir que EE. UU. ha cumplido su compromiso hecho en el comunicado del 17 de agosto de 1982 de que “sus ventas de armas a Taiwan no superarán, ni en términos cualitativos ni cuantitativos, el nivel de las suministradas” desde 1979.

Escéptico sobre el vaciamiento de la política estadounidense de Una Sola China y un envalentonado régimen pro-independencia en Taipei, Beijing está tratando de revertir estas siniestras tendencias ejerciendo más presión económica, diplomática y militar para que la isla no se declare “independiente”. El año pasado, Xi advirtió que “nadie debería subestimar la determinación y la capacidad de China para defender la soberanía nacional y la integridad territorial”. Es particularmente imprudente que la administración de Biden inicie una pelea y moleste a los chinos en un tema que “va al núcleo de cómo se ven a sí mismos”, reflexionó Obama en su conferencia de prensa final antes de dejar el cargo. Aparentemente, este consejo de despedida se pierde en Biden, o al menos en sus altos funcionarios.

No maten a mensajeros de buena voluntad

Cuando las relaciones se vuelven tensas, los lazos deportivos se convierten en importantes mensajeros de intenciones pacíficas, signo de esperanza de que el panorama se ilumine. Es por eso que eventos como los Juegos Olímpicos tienen un significado especial.

Hace medio siglo, la diplomacia del ping pong hizo que la visita de Nixon fuera más fácil de aceptar por el público estadounidense. Un par de tiernos pandas, un regalo sorpresa de los chinos a Nixon, cimentó la impresión de un país extendiendo una mano de paz y amistad.

En los últimos años, el endurecimiento de las actitudes internas ha sido un obstáculo principal para las políticas acomodaticias tanto en China como en los EE. UU. Las encuestas en los dos países indican una disminución de las opiniones favorables entre sí, lo que a su vez se utiliza para justificar políticas más duras que reducen el espacio para cooperación. Los formuladores de políticas de ambos lados deben tener cuidado ante los llamados a restringir los intercambios entre personas. En este sentido, el llamado de facto a un “boicot diplomático” de los Juegos Olímpicos de Invierno de Beijing es muy desafortunado y miope.

Afortunadamente, el sentido de buena voluntad no se extingue entre la gente común. Después de perder un partido olímpico de curling, los jugadores chinos regalaron a sus oponentes estadounidenses un conjunto de prendedores muy buscados de mascotas, a saber, “pandas cubiertos de hielo”, como recuerdo. Estos jugadores estadounidenses de curling tuitearon al respecto y lo calificaron como “una maravillosa muestra de deportividad”. Tales interacciones son esenciales para dar forma a las percepciones públicas. En la ceremonia de apertura de los Juegos, el presidente del Comité Olímpico Internacional Thomas Bach hizo un llamamiento al mundo a “respetar las mismas reglas y a los demás” y expresó su convicción de que es posible que los “feroces rivales” “vivan juntos en paz y con respeto mutuo”, un recordatorio que no puede ser más oportuno en el contexto actual de las relaciones China-EE.UU..

Dado lo mucho que está en juego en el mundo, con una pandemia rampante, una crisis climática y riesgos de proliferación nuclear por enfrentar, es hora de superar las políticas coyunturales y tomar decisiones que promuevan el bien común. Esto requiere que China y EE. UU. trabajen juntos como un equipo, no uno contra el otro. La visita de Nixon hace medio siglo nos ha enseñado mucho.

Edición: Shurui Zhai